🏝️ La isla de las coordenadas perdidas
Sobre la definición de los lugares, y sobre la manera de codificar y traducir una dirección en una localización
Bienvenidos y bienvenidas a El Gran Círculo. Después de más de un mes desde la primera entrega, vuelvo a la carga. En el primer boletín hablamos del género de los nombres de las calles y de la numeración de los edificios. Este segundo episodio será una continuación, ya que tanto nombres y números serán la materia prima de uno de los protagonistas de este mes: los geocoders, unos verdaderos traductores geográficos que nos permiten pasar del concepto de lugar a una localización en un mapa. Para ello tendremos el privilegio de contar con la ayuda de tres expertos en la materia. ¡Empezamos!
En un lugar de La Mancha…
Para ver lo difícil que es definir un lugar podemos usar el lugar por antonomasia: el hogar, nuestra casa. Ésta va más allá de las cuatro paredes y el techo dentro de los cuales nos hemos pasado la mayoría de los últimos dos años encerrados. Para cada uno de nosotros, el hogar tiene una imagen particular, una textura específica, e incluso unos olores asociados. Pero sobre todo, el hogar son las personas que lo habitan, los sentimientos que provoca, la historia que acarrea y los recuerdos que evoca.
Los mapas mentales de un mismo lugar difiere de una persona a otra, pero también de una cultura a otra. La neurocientífica Rebecca Schwarzlose en su apasionante libro Brainscapes, apunta a que "percibimos el mundo en unos términos que están muy condicionados a nuestra experiencia física, en las habilidades y limitaciones de nuestros cuerpos y sentidos". En palabras del geógrafo humanista Yi-Fu Tuan
, "cuerpo implica espacio; el espacio coexiste con el cuerpo sensitivo". El cerebro humano ha evolucionado adaptándose al ambiente, y cada uno de nosotros crece y desarrolla una relación íntima y personal con cada uno de los lugares que habitamos. Ninguna persona es una isla en sí misma.La concepción de lugar no sólo está condicionada por nuestros sentidos. La cultura y el lenguaje pueden modificar de manera significativa cómo percibimos el mundo. Un ejemplo típico es el de los inuit, cuyo vocabulario y expresiones es capaz de articular multitud de combinaciones para describir la nieve: "nieve pegajosa" (nevluk), "nieve en polvo" (pukak), "nieve cayendo" (qanik) y así hasta una docena de palabras y lexemas. Los inuit viven en un mundo nevado, pero solo gracias a su rico y diverso vocabulario pueden describirlo y adaptarse a él. Tal y como afirma la investigadora Lera Boroditsky, el lenguaje puede fácilmente moldear la idea del espacio.
Hasta aquí he divagado sobre la concepción de lugar para las personas, pero qué sucede cuando intentamos trasladar estos espacios a una aplicación móvil o web. En otras palabras, cómo saben las máquinas dónde posicionar el lugar al que nos estamos refiriendo. La respuesta viene de la mano de los geocodificadores (o geocoders en inglés), un software que hace de intérprete entre nosotros y nuestros ordenadores.
Los traductores geográficos
Una de las personas con mayor experiencia en el mundo del geocoding es Julian Simioni. Julian fundó Geocode Earth basado en Pelias un geocoder de código libre cuyos inicios se remontan a su etapa de Mapzen. Para Julian la geocodificación "es una traducción en el sentido metafórico". Como hemos dicho más arriba, los geocoders tienen que transformar un lugar en términos humanos (por ejemplo, "Berlín, Alemania") en un par de coordenadas en un mapa (latitud 52.52, longitud 13.405). Entre otras cosas, "estos tienen que lidiar con abreviaciones [avenida, por ejemplo, puede citarse como av., a., Avda…], erratas y nombres alternativos de ciudades". Según él, los geocoders también "traducen en sentido literal", ya que es posible que la misma localización esté escrita en diferentes idiomas. Es el caso de muchos lugares de Bélgica, en los que la dirección está escrita en Francés y Holandés.
Como buenos traductores, los geocoders tienen que interpretar. Julian, durante la entrevista apuntaba al famoso caso de las Islas Farallon. "Estas islas son técnicamente parte de la ciudad de San Francisco. Si coges el centro geográfico de la ciudad incluyendo las islas, el punto aparecerá sobre el océano Pacífico. Esto no es lo que espera la gente". Así que se llega a una solución de compromiso. Un par de coordenadas geométricamente y matemáticamente incorrectas, pero sin embargo, la opción más "human friendly". Un problema parecido puede darse con España y las islas Canarias, y con Portugal y las Azores y Madeira.
Otro problema que se encuentran los servicios de geocodificación es lidiar con la idiosincrasia de cada uno de los sistemas postales que existen en el mundo. Para conocer mejor estos desafíos entrevisté a Ed Freyfogle, fundador y desarrollador del geocoder OpenCage. Ed es un geoentusiasta como yo. Coincidimos en uno de los últimos eventos presenciales de Geo Berlín antes de la pandemia, y desde entonces tengo pendiente participar en una de sus Geomobs, una iniciativa de doble formato, charlas y podcast, para geeks de los mapas y las tecnologías geoespaciales.
Comencé preguntándole cómo se las apañan los geocoders para traducir el sistema de direcciones que yo había experimentado en Costa Rica y Nicaragua. Para él "Nicaragua es un caso extremo", una dirección puede ser "Del Árbol pequeño 250 metros Oeste". Me remitió al trabajo que llevó a cabo Juan Gutiérrez con direcciones no estandarizadas y rutas en Nicaragua. "La aplicación que estaban desarrollando ya no está activa, pero si le echáis un ojo a la charla de Juan podréis daros cuenta de la complejidad y los desafíos que uno se encuentra para conseguir trabajar con este tipo de direcciones".
Una de las cosas que más me llamó la atención en nuestra primera charla telefónica (¡hace ya dos años!) fue como se apañan los japoneses con las direcciones. Un verdadero lío. Hace unas semanas, cuando se lo recordé a Ed, me corrigió. "A nosotros nos parece raro porque no estamos acostumbrados a él". "Lo verdaderamente complicado en Japón es que hay diferentes sistemas postales dentro del país, la mayoría de las ciudades hace una cosa diferente". La página de Wikipedia sobre el tema, como él me apuntaba, es verdaderamente fascinante.
Unas buenas páginas amarillas cartográficas
Otro punto curioso, según Ed, es que "la gente sigue buscando por antiguas direcciones". Un caso extremo que se encuentran en OpenCage con mucha regularidad son búsquedas de localizaciones de la antigua Yugoslavia. Esto me recordó a mi ciudad natal, Zaragoza, donde hay calles que aún se nombran con su anterior denominación. Por ejemplo, los maños y mañas siguen llamando a unas de las calles más céntricas San Gil en lugar de Don Jaime.
Esto me incitó a saber más sobre el caso español. Para ello contacté con Gonzalo López, Jefe de Sección de Datos Geográficos y Cartografía del Gobierno de La Rioja y conocido por estar siempre presente en todos los saraos cartográficos de nuestra geografía. Gonzalo, entre otras cosas, es responsable del callejero de La Rioja, y en estos momentos además forma parte de una comisión que trabaja en "las especificaciones básicas para la implementación de un servicio nacional de geocodificación de direcciones".
Parece ser que en España tenemos un "totum revolutum". Y es que "a diferencia de otros países de nuestro entorno, no existe un registro oficial de direcciones, por lo que existen innumerables callejeros". Estos registros son llevados por cada uno de los ayuntamientos sin ningún tipo de criterio coherente. De ahí la necesidad de este proyecto. El cual pretende estandarizar el sistema de referencia de todos los callejeros nacionales. Unas páginas amarillas con información geográfica que estuviesen continuamente actualizadas. Según Gonzalo estaríamos hablando de una "infraestructura y servicio de información absolutamente estratégico" que ayudaría a mejorar el funcionamiento del tejido privado y público español.
Los geocoding se han vuelto tan indispensables como el GPS. En palabras de Julian, nuestro primer entrevistado, "los servicios de geocodificación en general son una infraestructura crucial. Si mañana Google Maps desapareciese, muchas personas tendrían serios problemas en su vida diaria. Los geocoders de código abierto como Pelias, Nominatim u otros no tienen tanta influencia. Pero por esa misma razón, por lo importante que es en nuestras vidas y negocios, no deberíamos meter todos los huevos en la misma cesta. ¿Queremos que una única empresa privada tenga casi la total exclusividad y control de algo tan crucial como la geocodificación?". Yo tengo clara mi respuesta.
Uno de los fallos de los geocoders más famosos se da cuando estos devuelven un valor de 0 para ambas coordenadas, latitud y longitud. Si esto ocurre una chincheta aparecerá en la denominada Null Island, la isla de las coordenadas pérdidas
. ¿Es Null Island un lugar? Ed Freyfogle me comentó que hace poco se debatió en la lista de correo de OpenStreetMap si considerarlo o no. "Por un lado, uno puede argumentar que no, ya que no hay nada allí. Sin embargo, si todos y todas nos referimos a él como un lugar. ¿Por qué no debería de serlo?"Schwarzlose, R. 2021. Brainscapes. The Warped, Wondrous Maps Written In Your Brain - And How They Guide You. Houghton Mifflin Harcourt. 302 pp.
Nogué, J. Yi-Fu Tuan. El arte de la geografía. Icaria, Espacios Críticos. 262 pp.
Parece ser que lenguajes de programación como R tienen lo suyo con la abreviatura de la Comunidad de Navarra (NA) que entienden que es N/A, es decir, “no answer” o “no applicable”, y por tanto piensan que es un valor nulo.