Where the streets have no name
Sobre el género de nuestras calles, direcciones duplicadas y números fraccionados
Bienvenida y bienvenido a la primera newsletter de El Gran Círculo. Una hermana pequeña del proyecto de libro del mismo nombre que preparo desde hace meses y que, espero, llegue a lo largo de 2022. A través de la newsletter intentaré contar curiosidades e historias sobre el encuentro de la geografía y la geometría, aunque tendrás que esperar al libro para poder leer en profundidad sobre los conceptos teóricos y la base tecnológica detrás de esta unión. Esta primera newsletter trata sobre las diferencias de género de los callejeros urbanos, ¿te habías dado cuenta de que hay muchas más calles con nombres de hombres que de mujeres? Pero también hablaré de la historia de dos ciudades que se convirtieron en una, generando una extraña numeración en sus edificios. ¡Espero que te guste! Salud y buena lectura.
Where the streets have no name. El lugar donde las calles no tengan nombre. Lo sé. Lo siento. Es un cliché. Pero si quieres escribir un artículo sobre direcciones y nombres de calles tienes que titularlo como la famosa canción de U2. Cuentan que ésta hace referencia a una anécdota que le contaron a Bono, el líder del grupo. El cantante escuchó que en Belfast, en pleno conflicto, uno podía conocer la religión o los ingresos de una persona solo con saber el nombre de la calle en la que vivía. Todavía hoy, en las calles de origen británico viven protestantes, con un mayor poder adquisitivo y partidarios a la pertenencia al Reino Unido. Mientras, en las calles en irlandés o gaélico, las familias son mayoritariamente católicas, un poco más pobres y unionistas.
Mi calle no tiene nombre de mujer
Como apunta Deirdre Mask en su maravilloso The Address Book1, "las direcciones de nuestras calles tienen detrás una historia interesante que nos revela contradicciones, luchas e injusticias sobre asuntos tan problemáticos como la identidad, la raza, el poder y la riqueza". Las calles de muchas ciudades y pueblos tienen nombres tan originales como "Calle del Mercado" o "Avenida de La Estación". Puede que ni el Mercado ni la Estación estén ya allí, pero al menos sabemos que originalmente sí. Otras calles hacen referencia hacia dónde conducían, como la "Calle Toledo" o el "Paseo de Extremadura". Pero la mayoría de nuestras de ellas reciben su nombre de un personaje o evento histórico. No es sorprendente que estos sean hombres o sucesos capitalizados por hombres. Hasta ahora nuestra historia es una historia masculina, escrita por hombres. Y de igual manera sucede con nuestras calles. La geografía es una geografía masculina, moldeada y etiquetada por hombres.
En 2016 se forma el colectivo ‘Geochicas’ para luchar y visibilizar esta injusticia. Dos años después lanzan el proyecto de Las Calles de las Mujeres que pretende analizar y visualizar la escasa representación de calles con nombre de mujer a través de una metodología basada en datos de Openstreetmap. En el momento de escribir estas líneas, de casi 30 mil calles de las 33 ciudades analizadas, sólamente un 12% de ellas tenían nombre de mujer. Tuve la oportunidad de entrevistar a Selene Yang, una de las fundadoras y organizadoras (y actualmente también trabajando en Wikimedia) detrás de este colectivo. En sus propias palabras, lo sangrante es "la disparidad en general", en nuestras urbes se da preferencia a "batallas bélicas -como por ejemplo, en las ciudades de Paraguay- frente a mujeres relevantes de la historia local". Para más inri, las mujeres no dan nombre a "grandes avenidas sino a calles secundarias o pequeños boulevares".
Desde su creación, nuevas ciudades se han añadido al mapa de Las Calles de las Mujeres, movilizando a una comunidad local tras otra. Sin embargo, para Serene "sólo hacer comunidad reduce el alcance que tiene este proyecto". No vale con que se cartografía las calles y un periodico local se haga eco del evento. Según ella el objetivo último de Las Calles de las Mujeres es "la lucha por el reclamo de la representación de las mujeres en los espacios públicos, salir de la dicotomía del espacio privado femenino y el espacio público mayormente masculino". En mi camino al trabajo atravieso Berlín de este a oeste, son unos 12 kilómetros. Ni un nombre femenino.
Los apéndices urbanos
En las ciudades es posible encontrarse con otro tipo de legados históricos. Algunos solo se pueden descubrir a vista de pájaro, es decir, usando mapas o imágenes satélite. Hace un par de años Analía Plaza contaba la historia de los trazados fantasma, huellas de antiguos caminos que se mantienen congelados en el tiempo dando lugar a las características manzanas triangulares. Otros, por otro lado, se encuentran a plena vista.
Tal y como se cuenta el abogado e historiador Jeremy Lechtzin en un estupendo artículo del New York Times, cuando Brooklyn pasó de ser una ciudad a un barrio de New York en 1898, provocó la duplicación de calles y números, incluso dentro de los mismos barrios. Como me comentó Jeremy durante una entrevista, seguramente en la calle se vivirían situaciones "un tanto molestas e inconvenientes". Por ejemplo, "alguien recibe un paquete que en realidad estaba destinado para otra persona". Según Jeremy, es difícil conocer el alcance que tuvo en los negocios. "Sabemos que [los negocios] se quejaron en los periódicos". Pero es posible que fuese la típica reacción de "no en mi jardín" o "no al lado de mi casa". Quejas que escuchamos una y otra vez de los comercios de una calle cuando un ayuntamiento decide peatonalizarla. Y es que por aquel entonces "no existía GPS o Internet donde uno podía buscar direcciones, por eso el nivel de expectativas era mucho más bajo". De todas maneras, las autoridades del momento, entre comité y comité, decidieron renombrar y volver a enumerar todo el vecindario. No está claro si fue peor el remedio que la enfermedad.
Sigo a Jeremy en Twitter desde que nos conocimos en la oficina de mi antigua empresa en Madrid. Entre las muchas curiosidades urbanísticas que comparte en sus redes, en ocasiones cuelga fachadas de edificios de Brooklyn con numeraciones un tanto peculiares. Durante la entrevista le pregunté cuándo fue la primera vez que se encontró una de estas rarezas urbanas. Fue hace 20 años saliendo a correr por una de sus zonas favoritas. "Corro por Henry Street hasta el final, luego corro hasta la siguiente manzana, y vuelvo a subir por Clinton Street". Resulta que en estas dos calles, "los números de los edificios se alternan entre números enteros (por ejemplo, 451 Henry Street) y números medios o fraccionarios (por ejemplo, 451½ Henry Street). ¡Pero lógicamente la última casa no es la mitad de la anterior!". Los números fraccionarios de algunas manzanas de Brooklyn son un ejemplo claro de apéndices urbanos, soluciones burocráticas limitadas por el contexto geográfico del momento. En Berlín, una ciudad con tanta historia, uno se puede encontrar este tipo de señales en cada esquina desde el trazado del muro hasta montañas hechas de escombros de cuando la ciudad fue casi completamente destruída.
Es posible que Bono al escribir la canción pretendiera quitarle el nombre a las calles, arrancando al mismo tiempo cualquier significado. Calles sin nombre. Edificios sin número. Crear una tabula rasa. La geografía de nuestras ciudades es un palimpsesto. Se ha construido capa sobre capa. Muy raramente hay un gran reseteo. Y cuando sucede, como en el caso de Brooklyn, los resultados nunca son los esperados. Sin embargo, hoy en día, gracias a la tecnología de posicionamiento, puede que cada vez nos de un poco más igual. No sabemos donde está un lugar, solo cómo llegar hasta él. Poco le importa a nuestra aplicación móvil qué género tiene la calle o si el portal tiene un número fraccionario. ¿O sí? Mejor lo dejamos para la siguiente newsletter.
Mask, D. 2021. The Address Book. What Street Addresses Reveal About Identity, Race, Wealth, and Power. Profile Books, 326 pp.