✂️ Cortar por la línea de puntos
Sobre el papel de la tecnología geoespacial en la invasión rusa a Ucrania y la geopolítica de los territorios disputados
Bienvenidos y bienvenidas a la cuarta entrega de El Gran Círculo, donde cada mes trato temas en la intersección de la geografía y tecnologías geoespaciales presentes en muchas de las aplicaciones móviles y de escritorio de uso diario.
El boletín de este mes es, hasta la fecha, el que me ha costado más escribir. Estas últimas semanas he pasado el COVID (leve gracias a las tres vacunas y la variante Omicrón) justo cuando me estaba mudando de vuelta a Madrid desde Berlín. Además, la temática era sensible y cambiaba cada día. El boletín de este mes como no podría ser de otro modo trata sobre territorios disputados y zonas en conflicto. Para enriquecer el artículo he podido entrevistar a un analista geopolítico de El Orden Mundial, Abel Gil Lobo, para darnos una visión global del problema, y a una experta de una de las principales empresas dedicadas a la creación de mapas base para apps móviles, y así conocer la complejidad de representar estas áreas disputadas desde el punto de vista tecnológico.
En el pasado boletín, describía los peligros de los marcos mentales y los sesgos de confirmación. En los días antes del comienzo de la guerra en Ucrania, me llegué a reír de artículos que describían posibles rutas de invasión. En mi mapa mental no cabía una guerra a gran escala en suelo europeo. No me lo creía o no me lo quería creer. Y sin embargo, ocurrió.
Durante mi baja por COVID aproveché para ver una serie de animación italiana que tenía pendiente, Cortar por la línea de puntos. Trata sobre cómo la vida de un millenial se desvía de ese camino que todos teníamos establecido: ve a la universidad, saca buenas notas, haz un máster, luego unas prácticas y finalmente incorporate al mundo laboral. Pero nada más lejos de la realidad. Las sucesivas crisis dejaron obsoleto el sistema de referencia que teníamos y, aún, muchos de estos millennials están en una deriva con unas coordenadas vitales erróneas. Hace un mes un evento histórico volvió a cambiar nuestro sistema de referencia. En el momento que el ejército ruso atravesó y cortó la línea de puntos, la frontera1, todo cambió.
El mapa, el territorio y las refugiadas
El 24 de febrero de madrugada las tropas rusas empezaron a cruzar las fronteras ucranianas, provocando atascos que fueron detectados por Google Maps:
Poco después la mayor plataforma online de mapas desactivó la feature de tráfico para evitar mostrar qué calles o lugares estaban más concurridos. Mapillary o el livemap de Snapchat hicieron lo mismo, evitando que estos sitios pudieran ser objetivo de bombardeos rusos. Al mismo tiempo, en las propias carreteras, los ucranianos y ucranianas se han dedicado a quitar las señales de tráfico, en la mayoría de los casos señalando el camino de vuelta a las tropas invasoras. No sé cómo de efectivas son estas actuaciones, uno podría decir que gracias a los sistemas de GPS y geocodificación contemporáneos podríamos olvidarnos de la señalética. No obstante, como escribí aquí mismo hace unos meses, cuando éstos fallan tus drones pueden acabar en una isla ficticia o en una ciudad croata con un nombre parecido.
Frente a la mayoría de la cartografía de la COVID que llevamos dos años consumiendo, que se basan en mapas de burbujas o coropletas, los mapas bélicos y los de la invasión de Ucrania en particular, tienen la característica de representar flujos: el avance de las tropas rusas o la partida de personas refugiadas a países vecinos. Ha sido curioso ser testigo de varios debates sobre cómo mejorar las visualizaciones que iban apareciendo en los medios. El primero criticaba la manera de simbolizar la ocupación rusa en el territorio ucraniano. Los medios empezaron a utilizar una capa semitransparente (generalmente roja) para mostrar hasta dónde había llegado el ejército ruso. Sin embargo, eso no quiere decir que dicho territorio esté totalmente controlado. El New York Times reaccionó a esta crítica adaptando día a día sus mapas, reduciendo el tamaño de sus flechas, modificando los colores y reduciendo (hasta casi eliminar) las zonas supuestamente en control ruso.
El segundo debate surgió a raíz de un comentario en Twitter de James Cheshire, profesor de Geografía por la University of London, en el que incitaba al gremio cartográfico a ir más allá de las líneas y las flechas para mostrar el movimiento de personas refugiadas. Según James, este flujo usaba el mismo lenguaje visual que el otro fenómeno opuesto, la invasión. Mientras que el primero es un viaje de millones de personas desesperadas buscando un nuevo hogar, subidas en trenes, coches, autobuses, furgonetas o a pie, el segundo es un ataque de tanques, camiones y tropas. Días después varios cartógrafos intentaron otros enfoques y técnicas, desde acompañar los mapas con simples gráficos de barras o visualizaciones más complicadas.
A principios de marzo, Joshua Stevens publicó una respuesta en favor del uso de flechas para representar el flujo de refugiados. Joshua abogaba por el uso de flechas por su naturaleza "direccional" y el color rojo por la crudeza del fenómeno, concluyendo que "cartografiar los efectos de una guerra no tienen por qué ser agradable para nuestros ojos". Además, el cartógrafo y visualizador de datos de la NASA basaba sus argumentos en la geografía radical2 de Bill Bunge, uno de mis mayores descubrimientos del año pasado. Otros debates que han pasado desapercibidos han sido el uso indiscriminado de la proyección de Mercator, o la incapacidad de imaginarnos la dimensión espacial del país ucraniano.
"La historia interminable"
Entrevisté a Abel Gil de El Orden Mundial (EOM a partir de ahora) para conocer más sobre la complejidad geopolítica de estas zonas en conflicto, y a Petra Ďuriančíková de Maptiler para saber cómo se plasman en los mapas base web. Aprovechando que una de las últimas piezas de Abel para EOM trataba sobre los territorios no reconocidos donde había intervenido Rusia antes de la invasión, le pregunté sobre la naturaleza de los territorios disputados. En sus propias palabras, "un territorio en disputa3 es cualquier lugar que dos o más países reclaman como suyo, y puede ir desde pequeñas disputas como la isla de Perejil o Gibraltar a territorios tan extensos como Crimea, toda Corea o el Sáhara Occidental".
La primera vez que entendí lo conflictivo que son estas luchas fue como ingeniero de soporte en CARTO. Nos llegaban muchas quejas de personas que veían algún mapa hecho con nuestra tecnología en las que las fronteras "no estaban donde deberían estar". Abel me contó que también recibían comentarios así cuando publican mapas de Argentina o Venezuela porque “utilizar un criterio homogéneo para todo el mundo choca con la visión geográfica que en sus propios países reciben desde dentro".
Este problema también afecta a los mapas web que todos usamos. Éstos necesitan un mapa base en los que las fronteras de los estados se dibujen con una determinada configuración. Petra Ďuriančíková me explicó que los mapas base "proveen del contexto espacial", sin ellos "se perdería la información para poder relacionar espacial y geográficamente cualquier dato que pongan encima". MapTiler, la plataforma donde trabaja Petra, permite a sus usuarios y clientes diseñar sus propios mapas base. Estos acabarán en aplicaciones comerciales o de otro tipo para ser finalmente consumidas por gente como tú o como yo.
Petra me comentó que frente al modelo de Google Maps, el cual enseña por defecto un dibujo de las fronteras dependiendo del lugar donde se esté mirando la aplicación, en MapTiler son los propios usuarios los que de manera programática o a través de su herramienta web CUSTOMIZE (personalizar en castellano) deciden qué configuración de fronteras aplicar a sus mapas base. Incluso sería posible llevar a cabo el enfoque de Google Maps pero "por motivos de privacidad deja al usuario que implemente el mismo el switch basado en la localización IP del usuario".
Algo muy interesante es el origen de los datos que MapTiler usa para delinear las fronteras. "La mayor parte los datos que nuestros productos usan vienen de OpenStreetMap (OSM)" me dijo Petra. Sin embargo, se lamentabla que OSM "sufre de vandalismo4, especialmente alrededor de los territorios disputados". Conocimos OSM en la primera entrega de esta newsletter y como GeoChicas extraía el género de las calles. En esta ocasión, Petra me explicó que MapTiler "no puede usar las etiquetas claimed_by [reclamado por en castellano] y disputed_name [nombre disputado]". Son etiquetas que "no están mantenidas por la comunidad y que ni siquiera están aprobadas oficialmente", y por tanto acuden a otras fuentes alternativas. Usando el ejemplo del gif de arriba, el usuario podría activar la capa de datos de fronteras que esté reclamada por India, Pakistán o China en la conflictiva zona del valle de Kashmir.
Los territorios disputados están presentes más que nunca en los medios. Días antes de escribir estas líneas, el alto mando ruso decía que sus principales objetivos eran en realidad las regiones en disputa de Lugansk y Donetsk, y casi al mismo tiempo estallaba la crisis diplomática en el Sahara occidental. Como Abel apuntaba en la entrevista, "los conflictos y las guerras son eventos dinámicos y es necesaria una continua revisión". "Una Historia interminable" en palabras de Petra. Putin ha cortado por la línea de puntos en el Donbás, veremos si sigue siendo discontinua o finalmente se hace sólida para unos o para otros...
No sabía que la primera vez que aparece el término frontera es en un texto de Ramiro I en el siglo XI, y que hacía referencia al territorio por conquistar en un contexto de guerra expansiva. Lo leí en Fronteras, en el número 69 de la revista de la Sociedad Geográfica Española.
Para conocer más sobre la geografía radical y la revolución cuantitativa recomiendo el libro Benach, N. 2017. William Bunge. Las expediciones geográficas urbanas. Icaria, Espacios Críticos. 260 pp.
Frente a un territorio disputado, Abel me contó de la existencia de las "Terra Nullius, tierras de nadie, y hay tres en el mundo: la Tierra de Marie Byrd en la Antártida, Gronja Siga entre Serbia y Croacia y Bir Tawil entre Egipto y Sudán".